Papá Tatán, Tatanito,
el que vivió de a poquito.
El me acunaba en sus brazos
a veces tardes enteras,
fumándose su cigarro
sentado al sol de la acera.
Tenía la piel arrugada
como los olmos añejos
y la paciente mirada
que sólo tienen los viejos.
Papá Tatán, Tatanito...
como los olmos añejos...
Llegaba al bar de la esquina
para pasar un buen rato,
jugándose la partida
alrededor de un moscato.
Con el nostálgico acento
de su Piamonte lejano,
hablaba de aquellos tiempos,
cuando eran fuertes sus manos.
Papá Tatán, Tatanito...
cuando eran fuertes sus manos...
Dejó sus años mejores
entre la siembra y la trilla
y era novato en amores
cuando fundó su familia.
Mi madre fue la primera
de las tres hijas venidas
a florecer primaveras,
a iluminarle la vida.
Papá Tatán, Tatanito...
dejó sus años mejores...
Como un gorrión, sin alardes,
vivió volando bajito
y como se muere la tarde,
él se murió de a poquito.
Por no molestar a nadie
se nos marchó sin permiso...
Se fue esfumando en el aire...
despacito... despacito...
Papá Tatán, Tatanito...
se nos murió de a poquito...