El padre asegura, será un ingeniero
la madre pretende que sea doctor.
Las tías quisieran que fuera banquero
un hombre de mundo, un gran seductor.
La abuela sugiere que aprenda un oficio
para que la vida se pueda ganar
en tanto el abuelo augura que el niño
se pondrá las botas, será militar.
Desde su galaxia el niño ya sabe
que cuando sea grande tendrá que ceder.
Pero, mientras tanto, él tiene la llave
del eterno sueño de ser o no ser.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Bombero, bombero, porque es mi voluntad.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
que nadie se meta con mi identidad.
El niño es un joven que acepta el legado.
Ya le abre sus puertas la universidad.
Al cabo de un tiempo es un gran abogado
y al cabo de un otro, también es papá.
El hijo conjuga futuro y pasado
en las opiniones de lo que será.
Los padres y abuelos ya lo han programado
y rueda la rueda y siempre es igual.
Desde su galaxia el niño ya sabe
que cuando sea grande tendrá que aprender
a ser como todos y a tirar la llave
del eterno sueño de ser o no ser..
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Bombero, bombero, porque es mi voluntad.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
que nadie se meta con mi identidad.
Al fin de los tiempos, el niño es un viejo
sentado a la sombra de su realidad
y desde la infancia, como en un espejo,
desfilan las cosas que ya no serán.
La casa paterna, juguetes y amigos
y aquel despilfarro de la libertad
se van poco a poco quedando dormidos
en los largos brazos de la soledad.
El viejo se apaga y vuelve a su mente
el niño soñando, con ser o no ser.
Cerrando los ojos se va lentamente,
cantando bajito por última vez:
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Bombero, bombero, porque es mi voluntad.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
que nadie se meta con mi identidad.