Dijo de mí
Que entibió mi lecho,
Helado de ausencia,
Vacante y maltrecho.
Dijo de mí
Que no dije nada,
Cuando en un impulso
Me instaló en su alma.
Pero nunca dijo
Que buscaba amparo,
Cuando derrumbada
Por un desengaño
Encontró refugio
En mis pobres brazos
Y empapó mi pecho
Con su largo llanto.
Pero nunca dijo
Que llegó penando,
Que sus orfandades
Se fueron poblando
De ilusiones nuevas,
Y de un nuevo canto
Que desvanecieron
Antiguos quebrantos.
Dijo de mí
Que no la miraba,
Como si ella fuera
Poco más que nada.
Dijo de mí
Que era inconsecuente
Parco y taciturno,
Cruel e indiferente.
Pero nunca dijo
Que invadió mi casa,
Profanando cosas
Que me son amadas,
Mis queridos libros
Y entre mis marañas,
Liberando historias
Que me son amargas.
Por airearlo todo
Abrió las ventanas
Y dejó que huyeran
Dos o tres infamias
Que mis soledades
Tenían guardadas
Donde nunca nadie
Pudiera encontrarlas.
Dijo de mí
Que la malquería
Y no se dio cuenta,
¡ lo que yo sentía!
Nunca creí
Que me abandonara,
Como se abandona
Lo que no se ama.
Cuando abrió la puerta
Me quedé pasmado,
Como sin conciencia,
Descorazonado.
La miré a los ojos
Casi suplicando
Y a pesar de todo
No tendí mis brazos.
Se alejó en silencio
Y en aquel espacio
Me quedé tan solo
Como un solitario.
Con el alma rota
En cien mil pedazos
Me miré al espejo
Y me hallé llorando.