Los goces que prefiero son tan pequeños que me es grande la mano para incluirlos regatean gallardos y hasta risueños me cantan en la piel de tanto exigirlos. Las glorias que prefiero son tan pacientes tan delgadas, tan tibias que se hacen bellas pareciera que flotan de tan celestes y que no necesito por tanto de ellas. Un beso a la mañana en punto del ayuno esa sonrisa franca de no mudarse un hermano que abrigue como ninguno. Un azul obstinado donde mirarse un soplido de vida en el desayuno unos ojos que asistan para quedarse. Los nombres que prefiero son tan estables tesón, valija, espacio, casa y talento sentimientos un poco más tolerables para admitir las voces de que me aliento. Las rosas que prefiero insignificantes me hicieron reservorio de algarabías se volvieron tremendas y trepidantes cuando pasan los años y acaba el día. La ambición es el credo del que más ladre la avaricia un regalo de encaje y cintas mientras robaba el tren se cansó mi madre y empezaron las cosas a ser distintas