La nieve gélida y pálida deja en los ojos como un aparejo que ni mi alma angustiada se queja desde la inmensidad de su espejo. Cuando se transparenta en el hombro el calado fugaz de la nieve voluptuosa de frío y asombro la emoción como que se nos mueve. Hoy mi voz en el blanco carruaje se dispara sin pus, se derrama en Madrid se quedó el equipaje la pasión anidó en Guadarrama. ¡Ay, mi Dios, qué precioso el paisaje que el amor, ay mi Dios, desparrama! El olor de la nieve es difuso el sonido profundo y escaso y el calor, cuando se lo propuso entretuvo los pastos, si acaso. Quedan copos sobre la pestaña de este verde pinar altanero y en el puerto de esquí, en la montaña se hace más perdurable febrero.