Magdalena era pálida y lloraba con dos ojos tan negros y tan bellos que halando su cabello envidia daba y más negros los vi que sus cabellos. Aurora y Magdalena se querían como quiere a las lagrimas la pena ¡oh! Benditos los bardos que pedían auroras para cada Magdalena. La orfandad llora mucho y lloró tanto en aquella hermosura peregrina y aquel pan que miraba con espanto tuvo siempre más lagrimas que harina. Aquel cuello gentil se doblegaba, aquella alta cabeza no se erguía y en los valles el lirio sollozaba y el Danubio en los lagos se moría. Virgen era sin duda Magdalena pero de la miseria de una esposa el implacable viento de la pena de su virginidad sacó la rosa. ¿Cuántas almas infames y manchadas en no tocados cuerpos cristalinos? ¿Cuántas almas de virgen perfumadas en cuerpos comerciados y mezquinos? Hambre tuvo, es hambre pan y ganas, el buitre le ofreció galas muy bellas y la vergüenza al fin abrió sus alas y a Magdalena se vistió con ellas. Magdalena era pálida y lloraba...