Sí señor... el vino puede sacar cosas que el hombre se calla; que deberían salir cuando el hombre bebe agua. Va buscando, pecho adentro, por los silencios del alma y les va poniendo voces y los va haciendo palabras. A veces saca una pena, que por ser pena, es amarga; sobre su palco de fuego, la pone a bailar descalza. Baila y bailando se crece, hasta que el vino se acaba y entonces, vuelve la pena a ser silencio del alma. El vino puede sacar cosas que el hombre se calla. Cosas que queman por dentro, cosas que pudren el alma de los que bajan los ojos, de los que esconden la cara. El vino entonces, libera la valentía encerrada y los disfraza de machos, como por arte de magia... Y entonces, son bravucones, hasta que el vino se acaba pues del matón al cobarde, solo media, la resaca. El vino puede sacar cosas que el hombre se calla. Cambia el prisma de las cosas cuando más les hace falta a los que llevan sus culpas como una cruz a la espalda. La puta se piensa pura, como cuando era muchacha y el cornudo regatea la medida de sus astas. Y todo tiene colores de castidad, simulada, pues siempre acaban el vino los dos, en la misma cama. El vino puede sacar cosas que el hombre se calla. Pero... ¡qué lindo es el vino!. El que se bebe en la casa del que está limpío por dentro y tiene brillando el alma. Que nunca le tiembla el pulso, cuando pulsa una guitarra. Que no le falta un amigo ni noches para gastarlas. Que cuando tiene un pecado, siempre se nota en su cara... Que bebe el vino por vino y bebe el agua, por agua.